Las lecciones del ébola un año después
02 Dec
Durante aquellos meses, desde la llegada del misionero Miguel Pajares, el 7 de agosto, hasta el alta de Romero, el 5 de noviembre de 2014, España se vio obligada a cambiar hasta seis veces su protocolo de actuación contra los virus hemorrágicos durante la última crisis del ébola, afirma Fernando Simón, el médico que actuó de portavoz del comité interministerial que se hizo cargo de la situación tras conocerse el contagio del "caso secundario" –él, celoso de la confidencialidad médica, se resiste a nombrar a Teresa Romero durante la conversación–. "Ya había uno de protección básica, y otro de vigilancia epidemiológica de 2013", explica, pero la realidad superó lo que estaba previsto. Eso sí, Simón afirma que no hay un informe sobre qué cambios se introdujeron. "Ya me gustaría a mí tener tiempo para eso".
La actuación del comité empezó en octubre de 2014, cuando se supo del caso del contagio de la auxiliar de enfermería, infectada al atender o limpiar la habitación de Manuel García Viejo, el segundo de los misioneros repatriados, infectados en África, que falleció el 25 de septiembre de 2014 en el hospital Carlos III de Madrid. "Pero los cambios empezaron antes" dice Simón, "no a partir de octubre".
No hay un registro de esos cambios, pero el médico-portavoz enumera algunos. "Por ejemplo, hubo que adaptarlos a los equipos de protección personal", afirma. En el documento inicial se especificaban unas condiciones pensadas en un modelo, pero el suministro se interrumpió. "Sabíamos que en una crisis mundial iba a haber roturas de stock, pero no suponíamos que iban a ser tan pronto", dice Simón. Ello obligó a adaptar las nuevas recomendaciones al nuevo material. "Aunque todos ofrecían la misma máxima protección, tenían detalles que los diferenciaban". Por eso hubo que reforzar y modificar los protocolos de formación, ya que eso suponía pequeñas modificaciones en la manera de ponérselos y, sobre todo, de quitárselos, que es el momento más peligroso del proceso de atención a un enfermo con ébola.
Además, "no es lo mismo actuar en un simulacro que en un caso real", indica el médico, y ello supuso que los hospitales, que son los encargados de formar al personal, tuvieron que reforzar los protocolos y las medidas de precaución, "sin crear alarmas innecesarias a la vez". "Los protocolos no eran tan estrictos en todas partes" como se vio que hacían falta, admite el médico. Y "cuando se supo del caso secundario, se revisaron", afirma. "Sobre todo, se hicieron más explícitos en algunos aspectos, que ya estaban incluidos pero que hubo que potenciar. No es lo mismo hacer un simulacro de incendio que actuar cuando hay fuego de verdad". En este sentido, resalta "los aspectos de supervisión" y la "necesidad de contar son los servicios de protección de riesgos de los hospitales". "Hay aspectos en los que antes de tener nuestros casos era muy difícil mantener la tensión necesaria", añade.
Balances publicados
La crisis del ébola en España se cerró sin que haya un informe, una memoria o un resumen oficial de lo que supuso en el manejo de crisis. Pero ha habido otros trabajos científicos que sí han recogido su impacto.
Tratamiento de Teresa Romero. El personal que trató a Teresa Romero publicó en The Lancet un balance médico del caso. Cuentan que le administraron un antiviral (favipiravir) a dosis elevadas, antibióticos y plasma de dos supervivientes. La combinación de tantos tratamientos les impide concluir el papel que tuvo cada uno en la curación de la auxiliar de enfermería.
Hospital de Alcorcón. Un artículo en New England Journal of Medicine relata las horas que pasó Romero en el hospital de Alcorcón antes de ser derivada al Carlos III. La principal conclusión es que se puede tener ébola con fiebre baja (la mujer llegó con 36,7 grados, y le subió hasta 38). Ello obligó a cambiar los protocolos para poner en observación a personas que no llegaban a los 38,3 grados que indicaban los manuales. Otro artículo de profesionales de este centro, en la revista Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, relata también ese episodio, y concluye que se actuó correctamente. Cabe destacar que mencionan que desde mayo hasta octubre el centro elaboró cinco protocolos de actuación ante un caso similar.
Dentro de la continua revisión de estándares que Simón relata, hubo otros 10 o 12 cambios en procedimientos o protocolos menores, que podría decirse que derivaban del principal. Por ejemplo, afirma que se elaboraron protocolos específicos para el personal sanitario y el no sanitario, como policías, médicos forenses –las guías indican que no se practique la autopsia a una víctima de un virus hemorrágico para evitar riesgos para el médico– o, incluso, "el personal que mueve las mercancías en los aeropuertos", explica.
Hubo otra parte de los protocolos que hubo que actualizar sobre la marcha: la de contenido científico. Cuestiones como la permanencia del virus en fluidos corporales (humor vítreo del ojo, semen, líquido cefalorraquídeo) no se conocían bien. "Hasta entonces habíamos tenido menos de 2.500 afectados en brotes muy pequeños; esta vez hemos tenido más de 28.000 casos y 11.000 muertos", recuerda. Sin embargo, afirma que aún hay mucho que investigar en este tema. "Parece que la enfermera británica se reinfectó a partir del virus que le quedó", pero aún hay pruebas que hacer, dice. "En Liberia también se dijo que eso había pasado con mujeres infectadas por sus maridos, pero en aquellos momentos había una epidemia comunitaria, y no se puede descartar que hubiera otras vías de contagio", advierte. También cree que la vacuna experimental que se ha probado en Guinea debe ensayarse más. "No creo que tenga esa eficacia del 100%; probablemente sea del 90% o del 85%, que ya está muy bien, pero hay cuestiones metodológicas que aconsejan que se revise", afirma.
Esta información también forma parte de los protocolos, y, según cambia el conocimiento, obliga a modificarlos, afirma. Simón cree que esos cambios (seis del principal, una decena en otros procedimientos) no significan que hubiera una mala atención. "Técnicamente, se ha hecho de forma muy correcta". Otra cosa es que los protocolos "haya que adaptarlos continuamente". No se puede tener uno inamovible. "Puede ser que lo que se escribe se ajuste a una situación, como un virus, pero no a otra circunstancia", o "que no se pueda poner en marcha fácilmente".
Pero no se conforma el médico. Entre los aprendizajes de la crisis, señala la necesidad de contar "con dos aliados" con los que admite que no se contó demasiado al principio. "Uno son los servicios de riesgos laborales de los hospitales; el otro, los médicos de atención primaria. Ellos son la primera puerta de atención e información sanitaria a la sociedad", dice.
La mención a la información lleva a uno de los aspectos que fue más criticado al principio de la gestión de la crisis del ébola, sobre todo a raíz del ingreso de Romero: la informativa. "Acabo de volver de Luxemburgo de una reunión que se llamaba, precisamente, Las lecciones del ébola, y, aunque no participábamos como ponentes, intervinimos mucho por alusiones. Y todos los países dijeron que habían tenido crisis sociales y mediáticas importantes, que para nosotros, con el caso secundario, se magnificó, pero todos reconocieron que la actuación que hicimos fue muy correcta y muchos dijeron que si les pasara a ellos harían muchas cosas igual".
Para evitar un ruido mediático y una incertidumbre social como la que se vivió en España, él, que fue la voz cantante del grupo de expertos del comité interministerial –y que, por ello, fue candidato a los premios de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud de este año–, apuesta por que "desde el primer momento se dé información técnica de calidad", y que se haga llegar a los profesionales, sobre todo los de primaria. "Con ello evitamos que estén desinformados, aseguramos que den la información correcta, y compensamos en lo posible que haya voces disonantes por un mal manejo de la información científica".
Y España tiene un nuevo centro de referencia, el hospital Gómez Ulla de Madrid, para tratar estos casos. "No estuve en la inauguración, pero por lo que he visto es de primera calidad", dice Simón. Eso no quita mérito a los otros siete centros autonómicos que también tienen zonas hospitalarias adaptadas, afirma. "Más que por seguridad, lo de concentrar a los enfermos es una cuestión de eficiencia con los recursos y el personal. No hay tantos especialistas, y así se aprovecha su experiencia", dice.
Otro aspecto que se supone que va a recibir un impulso de esta crisis es la elaboración de un plan de Protección Civil para este tipo de crisis sanitarias. "Llevamos un año de conversaciones, pero son cosas que llevan su tiempo. Ya hay ocho planes para una inundación, un incendio o incluso para el trasporte de mercancías peligrosas, pero no para una enfermedad altamente contagiosa", dice. "Si hubiéramos tenido algo similar a un plan, cuestiones como la creación de un comité especial no habrían hecho falta. Esto ya estaría incluido en el protocolo". Confía Simón en que el proceso se agilice después de la experiencia del ébola. "El reglamento sanitario mundial de la Organización Mundial de la Salud, tardó 10 años. En los primeros ocho, se avanzó muy poco. Pero llegó el SARS [la neumonía asiática de 2002], y en dos años se terminó".
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